Por: Claudio Zambito, Presidente del IAP
Cualquier emprendedor que quiera poner en marcha una pequeña empresa
tiene que conseguir, antes que nada, un buen contador. Y si consigue uno
con buena llegada al mundo financiero, mejor. Porque tener una buena idea,
un buen producto, o apuntar a un mercado no desarrollado, son condiciones
necesarias para poner en marcha un proyecto productivo. Pero la primera
barrera que aparecerá hasta el punto de amenazar su continuidad, son los
costos impositivos, financieros y laborales.
Se estima que la cantidad de pymes que han dejado de operar desde 2018 se
acercaba a 20.000, un fenómeno bautizado como "pymedemia".
En la Argentina, más del 70% de las unidades productivas (chicas y grandes)
actúan en el universo del comercio y los servicios, probablemente el más
expuesto al tipo de restricciones a la actividad y a la circulación que impuso la
pandemia. Por eso la estadística es tan demoledora. El ahogo combinado de
caída en la demanda y costos en alza por la inflación dejó a muchos en el
camino.
No obstante, hay muchas empresas que siguen adelante y que se enfrentan a
un dilema igual de crítico: cómo subsistir una vez que se deja de ser pyme y
se pierden los beneficios.
La administración de Mauricio Macri se había planteado ejecutar una
reforma tributaria que disminuyera la presión global sobre las empresas,
como una forma de estimular la inversión. Pero la crisis financiera y fiscal que
sacudió sus dos últimos años de gestión frenaron sus beneficios.
Los economistas del gobierno de Alberto Fernández tomaron otro rumbo:
optaron por aumentar la presión tributaria (con más énfasis en lo que deben
pagar las personas) y aplicar alivios solo a aquellos sectores que se
comprometieran a ejecutar planes concretos.
En la nueva visión oficial, la reforma de 2017 era innecesariamente generosa,
causando pérdida de ingresos que las empresas no destinaban a inversión.
Por eso se dio vuelta su lógica: el Estado retiene el poder de decidir qué
sector puede resultar favorecido (estratégico o esencial, para usar otra
denominación de actualidad). El resto tendrá que sobrevivir en el zoológico
de la AFIP, a menos que decida esconderse en la selva de la informalidad.
Por fortuna, desde el equipo económico hoy se admite que los impuestos
más no se pueden aumentar. Su respuesta no es bajar la carga sino la
evasión: si hay un problema de presión, que al menos sea parejo para todos.
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