viernes, 15 de octubre de 2021

La Nueva Estrategia Emprendedora - Esconderse en la Selva de la Informalidad


Por: Claudio Zambito, Presidente del IAP

Cualquier emprendedor que quiera poner en marcha una pequeña empresa

tiene que conseguir, antes que nada, un buen contador. Y si consigue uno

con buena llegada al mundo financiero, mejor. Porque tener una buena idea,

un buen producto, o apuntar a un mercado no desarrollado, son condiciones

necesarias para poner en marcha un proyecto productivo. Pero la primera

barrera que aparecerá hasta el punto de amenazar su continuidad, son los

costos impositivos, financieros y laborales.

Se estima que la cantidad de pymes que han dejado de operar desde 2018 se

acercaba a 20.000, un fenómeno bautizado como "pymedemia".

En la Argentina, más del 70% de las unidades productivas (chicas y grandes)

actúan en el universo del comercio y los servicios, probablemente el más

expuesto al tipo de restricciones a la actividad y a la circulación que impuso la

pandemia. Por eso la estadística es tan demoledora. El ahogo combinado de

caída en la demanda y costos en alza por la inflación dejó a muchos en el

camino.

No obstante, hay muchas empresas que siguen adelante y que se enfrentan a

un dilema igual de crítico: cómo subsistir una vez que se deja de ser pyme y

se pierden los beneficios.

La administración de Mauricio Macri se había planteado ejecutar una

reforma tributaria que disminuyera la presión global sobre las empresas,

como una forma de estimular la inversión. Pero la crisis financiera y fiscal que

sacudió sus dos últimos años de gestión frenaron sus beneficios.

Los economistas del gobierno de Alberto Fernández tomaron otro rumbo:

optaron por aumentar la presión tributaria (con más énfasis en lo que deben

pagar las personas) y aplicar alivios solo a aquellos sectores que se

comprometieran a ejecutar planes concretos.


En la nueva visión oficial, la reforma de 2017 era innecesariamente generosa,

causando pérdida de ingresos que las empresas no destinaban a inversión.

Por eso se dio vuelta su lógica: el Estado retiene el poder de decidir qué

sector puede resultar favorecido (estratégico o esencial, para usar otra

denominación de actualidad). El resto tendrá que sobrevivir en el zoológico

de la AFIP, a menos que decida esconderse en la selva de la informalidad.

Por fortuna, desde el equipo económico hoy se admite que los impuestos

más no se pueden aumentar. Su respuesta no es bajar la carga sino la

evasión: si hay un problema de presión, que al menos sea parejo para todos.

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